jueves, 27 de febrero de 2014

Regla #5. Si algo aún duele...ríete.




Si algo tienen las desgracias, es que nos hacen fuertes. Mientras ocurren, nos rodeamos de gente que nos transmite fuerza a diario; y cuando finalmente han pasado, nos convertimos en los héroes que sobrevivieron a ese mal trago. Pero, las desgracias también pueden hacernos débiles. Y es que, cuando se pierde a una persona, siempre hay una parte de nosotros que se va con ella y no regresa jamás. Ya sea una relación amorosa que se lleva nuestras ilusiones; una vieja amistad que se lleva nuestros secretos más íntimos; o un ser querido de la familia que se lleva lo que conocíamos como amor incondicional e irreemplazable. 

A veces, para poder comprender la magnitud de las desgracias, necesitamos ser espectadores. Con ello quiero decir que, sólo cuando somos nosotros los que tenemos que transmitir fuerza, comprendemos que lo que entendíamos como oscuridad, tan sólo son matices grises comparados con la verdadera oscuridad de los que nos rodean. Y son en estos momentos de verdadera oscuridad cuando lo que más necesitamos es reírnos. De todo y de nada, en voz baja o a gritos, solos o acompañados...pero hay que reír.



Cuando reímos, todos los problemas parecen hacerse invisibles como si de un dolor de cabeza tras una aspirina se tratase. Y aquello que nos rodea pierde su importancia durante unos minutos. No importa si nos ha dejado nuestra pareja, si hemos discutido con un amigo o si algún familiar está enfermo; en el momento en que desatamos nuestra risa, dejamos libre de preocupaciones nuestra cabeza y no podemos evitar sonreír a pesar de que nuestro mundo se desmorone por dentro. Al reír, creemos rozar eso que llaman felicidad y sólo cogemos aire para poder continuar y reírnos con más fuerza. 
Los problemas van a ser los mismos, ni si quiera tienen pensado moverse de su sitio, ya que algunas tormentas pueden durar más de lo que esperamos. Es entonces cuando tenemos la opción de seguir anclados al chaparrón, o reírnos. No de ello, porque hasta que no nos hayamos liberado de la culpa y de la pena, no sabremos bromear al respecto; pero sí podemos reírnos a pesar de que truene. Sin preocuparnos por los días en los que más nos cueste, porque, como ya he dicho, las desgracias nos rodean de gente que nos hace fuertes, y eso implica personas que nos harán reír cuando más nos apetezca llorar. Y no es de extrañar que lloremos a solas la mayoría de las veces, pero siempre nos reímos en compañía de nuestros amigos y familiares porque, incluso cuando ellos no tienen ganas de hacerlo, son capaces de todo con tal de que soltemos una carcajada.

Sí, la risa puede resultar una verdadera salvación cuando más hundidos nos encontramos, pero los verdaderos héroes, los salvadores, son aquellos que están dispuestos a apartar sus problemas para hacernos olvidar los nuestros. Los amigos, junto con la familia, son los verdaderos protagonistas de cada carcajada. Jamás seremos capaces de agradecer todo lo que los demás hacen por nosotros, pero nunca está de más intentarlo. Mientras tanto, si algo aún duele...ríete.


sábado, 15 de febrero de 2014

San Valentín.


Llegó el día tan amado como temido por todos. El día en el que todo lo empalagoso está bien visto y la ironía abarca los corazones solitarios. Sí, el día de los enamorados es sueño y pesadilla, cielo e infierno, pero, sobretodo, es un día, como el de ayer y como el de mañana, en nosotros está el otorgarle la importancia en relación con lo que sentimos en ese momento. Y no, no voy a mencionar la importancia de querer a esa persona todos los días y no únicamente el 14 de febrero. Pero, nos guste o no, San Valentín es el día por excelencia del amor como ocurre con el día de la madre, por ejemplo. Vivimos este día haciendo críticas de cómo lo celebran otros, pero lo cierto es que cada persona lo vive de diferente forma.
Los que lo viven ilusionados con su pareja. Aquellos que despiertan con enormes ramos de rosas y pequeñas notas escondidas por toda la casa. Los afortunados en este juego que es el amor; odiados por aquellos corazones solitarios pero, ¿qué importa eso cuando la persona que quieres te ama?. Estar enamorado te arruina y te engorda, pero nada tienen que hacer estos dos aspectos frente a la felicidad de sentirse querido por lo que llaman nuestra media naranja. Lo que muchos ven como consumismo, otros ven ganas de regalar y gritar a los cuatro vientos que están enamorados. Al fin y al cabo, el amor es alegría, ¿no?.
Los que lo viven aterrados por la soledad. Los corazones rotos o reducidos a cenizas que cierran fuertemente sus ojos deseando que el día pase volando, o quizás lo que realmente desean es a una persona con la que pasar el día. Todo el que haya pasado por una ruptura sabe que, tras ella, hay tres días que son muy dolorosos: el cumpleaños de esa persona, el propio cumpleaños, y el día de San Valentín.Se aferran a la idea de una soledad permanente y no ven más allá de la oscuridad de una fecha que un día les fue especial. Al fin y al cabo, el amor es tristeza, ¿no?.

Los que lo viven, simplemente. Da igual que seamos solteros o tengamos pareja, es un día cualquiera, al menos para nosotros. Es el día en el que nos convertimos en la mirada realista de lo que algún día fuimos, porque a todos nos ha importado alguna vez el día de San Valentín. Nosotros no tenemos un novio que nos regale flores y bombones, ni dormiremos esta noche en un hotel del centro de cualquier ciudad; pero tenemos nuestros propios Valentines. Nuestros pequeños ángeles que están dispuestos a emborracharse con nosotros y brindar por la preciada soltería que compartimos. Aquellos que nos curaron las heridas que nos dejó un viejo amor, los que merecen todas nuestras carcajadas en un día como el de hoy. Sí, los amigos son los mejores compañeros el día de los enamorados. ¿Quién no ama a sus amigos? Personalmente, hoy he recibido flores, he comido con mi mejor amigo y me espera una noche rodeado de los mejores. San Valentín es un día para recordar a las personas que están a nuestro lado día a día que les queremos. Hay que sacar todo lo bueno, y con ello, nuestra mayor sonrisa, que es el mejor regalo en un día como este. Al fin y al cabo, el amor es amistad, ¿no?.

Supongo que a lo largo de nuestra vida, todos, sin excepción, pasamos por estos tres tipos de fases. No importa en qué orden ni si estamos estancados en alguna de ellas, porque tarde o temprano, viviremos las otras dos perspectivas. Y, con el tiempo, quién sabe si rodearemos el 14 de febrero con un corazón, lo tacharemos, o simplemente mantendremos intacto este día del calendario. Mientras tanto, y que no suene con espíritu festivo...¡Feliz San Valentín a todos!