En toda ruptura, por definitiva que sea, o al menos que lo parezca; llega un momento en el que las personas comienzan a plantearse situaciones ilógicas como resultado de hechos tanto concretos como puntuales.¿Que de qué hablo? Hablo de esas expectativas de futuro que uno mismo se plantea en momentos de soledad. Son en esos momentos, a oscuras en la habitación, volviendo en el autobús o caminando con la mirada en el suelo, cuando en nuestra cabeza brota el director de cine que llevamos dentro y comenzamos a crear nuestra propia película.Algunos imaginan una vida de soltero espléndida, llena de fiestas, mucho sexo y libre de preocupaciones.Otros se decantan por imaginar una vida al lado de alguien con un buen físico, mucho dinero y falto de imperfecciones.Pero luego están aquellos con las imaginaciones más crueles, aquellos que confiamos en que dónde hubo fuego, quedan cenizas. Los enamorados del amor. Infieles a la realidad y sumisos a la idea de que tarde o temprano, volveremos a estar con aquella persona. Ingenuos que pasan noches y noches en vela recreando esa reconciliación que no llega, y no es que se haya perdido por el camino, es que el camino se dividió hace tiempo. Creen que pueden hacer de lo particular, algo general y desconocen que el amor puede ser tan bello como cruel. Son los náufragos de un mar de preguntas. ¿Volverá a mi camino? Es lo que tienen los caminos, tan pronto se cruzan como que toman direcciones totalmente opuestas.Yo mismo he conocido relaciones así; de esas que dicen 'se acabó' pero pasan los meses, incluso los años, y te sorprenden con un 'nos hemos dado cuenta de que nos queremos'. Si es cierto que existen, ¿por qué sigue habiendo gente buscando el amor en otras camas? No hay una respuesta exacta, puesto que el amor no entiende de tiempos. Digamos que esas historias, las que pasan de un punto final a un punto y seguido, son la lotería del amor; y como ya sabemos, aunque juguemos todos, muy pocos son los afortunados.A veces pienso que las relaciones son como un cigarrillo, necesitado de fuego para prenderse y que se consume poco a poco, hasta acabar siendo cenizas. Y, ¿no es cierto que el fuego lo consume todo? Las cenizas no son más que el resultado de algo ya consumido. No es bueno aferrarse a esas cenizas. Por mucho que cojamos con fuerza las cenizas, al abrir la palma de la mano tenderán a caer, y sólo nos habrán dejado una mancha. Lo mismo ocurre en el amor. Toda relación deja una huella, por pequeña que sea, dentro del corazón. No es necesario amarrarse a algo que se ha ido; que si quiere volver, sabe el camino. Y si quedan cenizas...sóplalas.
Bienvenidos a este viaje entre mi locura. No, no voy a ofreceros lotería ni sorteos como otras compañías; yo os ofrezco suspiros, sonrisas y todo lo que os despierte cada una de las paradas de este tren. ¿Me acompañas?
martes, 5 de noviembre de 2013
Regla #1. Si quedan cenizas...sóplalas.
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Gran post!! Me encanta. Supongo que recordar cosas buenas que nos han pasado es algo positivo... Debemos pensar que sí hay cosas maravillosas en este mundo, en ocasiones, cruel.
ResponderEliminar¿Las segundas oportunidades son buenas? No lo creo. Aunque eso es bajo mi experiencia... Si alguien te tuvo y te dejo ir, ¿por qué volver? Mejor esperar a que llegue alguien que no te deje escapar. Nunca.