sábado, 2 de noviembre de 2013

Amores de película.


Quién diga que nunca ha soñado con tener una historia de amor de película, miente. Y es que hasta el corazón más frío espera que alguien venga a derretirlo. Vivimos buscando amor y cuando lo encontramos, en algún lugar, alguien pulsa un botón y se rompe. Se marcha en silencio y sin avisar; y pasas de compartir rutinas, a compartir ruinas. Entendemos un amor de película como un amor perfecto, intenso, loco, eterno, inesperado; un amor mágico. Un amor en el que compartir inviernos con películas y chocolate caliente. Un amor dónde las primaveras son para viajar y los veranos se funden en besos en el agua. Un amor que no conoce de arrepentimientos, uno de esos. 
Dos personas se conocen por casualidad y acaban completándose la una a la otra. ¿Dónde está nuestra casualidad? Tal vez tropezamos con ésta y sin querer seguimos hacia delante. O tal vez nos robaron nuestra casualidad. Lo peor es buscarla. Crees que pasas la noche con tu casualidad y te despiertas solo, golpeado por la realidad.
En la vida real los amores de película escasean, si es que llegan a existir, y lo más cerca que estamos de ellos es en los libros de papel y en las películas románticas. A veces creemos haberlo encontrado, pero acaba por durar lo que el tiempo antoje, poniendo fecha de caducidad a todo lo que nos rodea. Y llegados a este punto, cuando volvemos al punto de partida, comienzan a inundarnos las preguntas. ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Volveré a sonreír? ¿Existe verdaderamente el amor? ¿Dónde me equivoqué? ¿Seremos como esas parejas que vuelven a cruzarse con el tiempo? Y cómo respondernos a preguntas que ni el propio destino, aquel que juega con nosotros como quiere, sabe con exactitud. Vuelve esa sensación de invierno a pesar de pasar el mayor caluroso agosto. Vuelve ese desequilibrio emocional entre amar u odiar la idea del amor. Ya no creemos en él, pero seguimos buscando motivos para volver a hacerlo. Aquí es cuando aparecen los sueños, que nos llenan de motivos. Motivos para seguir adelante, para creer no sólo en el amor, sino en las personas. Motivos para salir ahí fuera y buscar nuestra casualidad. Éstas no entienden de tiempo ni lugar; igual pueden estar en un café en una tarde lluviosa, como en la estación de un tren que hemos perdido.
El amor mueve el mundo, y os lo dice alguien con el corazón hecho añicos. Es como el sol que hay dentro de nosotros. Y a mí una vez me dijeron que nunca es tarde, que siempre habrá sol en el camino. Sin amor, la música, las novelas y el cine no encontrarían musa. ¿Qué sería de los que estamos solos sin las películas de amor que nos hacen llorar? 
¿Qué sería de mí sin amor?

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